Vivencias escritas en la revista ALTALUZ
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La crónica que sigue abajito de este preámbulo explicativo , fué escrita por el columnista FRANCISCO JAVIER VILLEGAS el 19 de Agosto de 1999 y publicada en "El Llanquihue" .
En aquel entonces estábamos editando la Revista ALTALUZ y de Mutuo Propio íbamos , mes a mes , destacando la mejor columna inserta en el Diario Local , durante ese lapso , según nuestras propias estimaciones .
Nos pareció muy poético lo escrito por este Columnista que pasó fugazmente por el medio Puertomontino . Todas sus inserciones poseían el tono lírico expresado con cariño por la Tierra natal.
Escogimos a este coterráneo como mejor columnista de Agosto .
MEMORIA DE UNA CIUDAD
Hace 150 años las zonas de Meli-Pulli estaban cubiertas de musgos y bosques . Bosques firmes en el sur primitivo , conservadores de una humedad apretada , con lluvias que caían en el mejor de los mundos como una enfermedad . Durante esos años en que la tierra era un gigantesco amasijo virgen de confines tan antiguos como inciertos , los signos del hombre del bosque derivaban otra relación con el paisaje natural y las imágenes , sonidos y aromas seguramente advirtieron al viajero impenitente como era Vicente Pérez Rosales de que había llegado a un lugar de tierra fértil , a una bella miniatura del mundo con atmósfera propia y singular .
Pero muchas cosas han cambiado desde esa visión de sorprendente paisaje . Las zonas de bosques fueron repartidas en gran cantidad a ese flujo migratorio germano y el lugar de tierra firme dio paso a la aldea sobre unas irregulares colinas integrando una forma de civilización con la condición ineludible del sentido de naturaleza .
Hoy , sin embargo , la vida cotidiana de la ciudad es un ritmo de crecimiento acelerado , se disuelve en la rutina mortal sin conservar el estremecimiento de aquella geografía y sin recuerdos por esa naturaleza rural , de encanto y fatalidad que cubría todo ese horizonte desconocido . A causa de la terrible paradoja que es vivir en una ciudad que crece y nos hace perder en su reflejo ahogando nuestra imaginación , la búsqueda de la memoria es compartir la noción de que hay un tesoro colectivo , un laberinto histórico , que debe ser resguardado :los lugares donde se cultiva el pasado de calles , paisajes y barrios , son los mismos que gozan de reconocimiento en lo real y en lo imaginario .
Sin embargo , ahora , con toda la experiencia histórica del derrumbe y del poder , las mentalidades de los hombres deben extender sus miradas para conocer mejor ese murmullo azul llamado memoria contrarrestando el temor a pensar sobre sí mismos y sobre la propia historia . Al fijarlas sobre las zonas del sur , nuestra pupila antepone el tono mayor de la vida , el repertorio de qué es lo que deberíamos hacer con aquellas cosas y vivencias que forman parte inseparable del hombre con su herencia colectiva , aquello de lo cual debe siempre apropiarse y transmitirse . Aunque parezca mentira al hombre del sur , hay todavía en este rincón del planeta algunos seres para quienes la delicia básica de la vida es , en efecto , gozar de la temperie de la memoria . Es indecible que desconfiemos del pasado y sólo aceptemos el envoltorio de la modernidad . Como escribí en otra crónica , la ciudad visible e invisible siempre estará ahí , aunque nos duela , acusándonos de haber maltratado su herencia , origen de nuestra miseria espiritual .
Pero muchas cosas han cambiado desde esa visión de sorprendente paisaje . Las zonas de bosques fueron repartidas en gran cantidad a ese flujo migratorio germano y el lugar de tierra firme dio paso a la aldea sobre unas irregulares colinas integrando una forma de civilización con la condición ineludible del sentido de naturaleza .
Hoy , sin embargo , la vida cotidiana de la ciudad es un ritmo de crecimiento acelerado , se disuelve en la rutina mortal sin conservar el estremecimiento de aquella geografía y sin recuerdos por esa naturaleza rural , de encanto y fatalidad que cubría todo ese horizonte desconocido . A causa de la terrible paradoja que es vivir en una ciudad que crece y nos hace perder en su reflejo ahogando nuestra imaginación , la búsqueda de la memoria es compartir la noción de que hay un tesoro colectivo , un laberinto histórico , que debe ser resguardado :los lugares donde se cultiva el pasado de calles , paisajes y barrios , son los mismos que gozan de reconocimiento en lo real y en lo imaginario .
Sin embargo , ahora , con toda la experiencia histórica del derrumbe y del poder , las mentalidades de los hombres deben extender sus miradas para conocer mejor ese murmullo azul llamado memoria contrarrestando el temor a pensar sobre sí mismos y sobre la propia historia . Al fijarlas sobre las zonas del sur , nuestra pupila antepone el tono mayor de la vida , el repertorio de qué es lo que deberíamos hacer con aquellas cosas y vivencias que forman parte inseparable del hombre con su herencia colectiva , aquello de lo cual debe siempre apropiarse y transmitirse . Aunque parezca mentira al hombre del sur , hay todavía en este rincón del planeta algunos seres para quienes la delicia básica de la vida es , en efecto , gozar de la temperie de la memoria . Es indecible que desconfiemos del pasado y sólo aceptemos el envoltorio de la modernidad . Como escribí en otra crónica , la ciudad visible e invisible siempre estará ahí , aunque nos duela , acusándonos de haber maltratado su herencia , origen de nuestra miseria espiritual .
Ha sido vuestro amigo y servidor reviviendo épocas pasadas
J E R J E S
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